viernes, diciembre 13, 2024
Santo Domingo, Rep. Dom
Tecnologías

Un estudiante chino tenía en secreto una criptomina de seis millones de dólares en Texas. Ahora tiene un problema

Jerry Yu estudia en la Universidad de Nueva York, tiene 23 años y es uno de tantos ciudadanos chinos residente en Estados Unidos. Hasta ahí nada extraño. A lo largo de los últimos días Yu ha protagonizado sin embargo un buen número de titulares en medios internacionales y se ha convertido —seguramente para su disgusto— en el rostro más visible de una práctica polémica: las tretas usadas por ciudadanos chinos para mover dinero a EEUU burlando la vigilancia de ambos países.

El motivo: pese a su corta edad, Yu es el propietario mayoritario de una mina de Bitcoins de Texas adquirida el año pasado por más de seis millones de dólares.

Estudiante y acaudalado (cripto)minero. El caso de Jerry Yu lo ha revelado The New York Times y llama la atención tanto por sus detalles como, sobre todo, por lo que nos muestra. Al fin y al cabo, como recuerda el rotativo neoyorquino, es un ejemplo de cómo los ciudadanos chinos  pueden traspasar dinero de China a Estados Unidos eludiendo el radar de las autoridades de los dos países.

Yu es un ciudadano chino de 23 años que estudia en la NYU, se formó en Connecticut y reside en un apartamento comprado por ocho millones de dólares a Jeffrey R. Immelt, exdirector de General Electric. Para sus coterráneos representa lo que suelen denominar “un rico de segunda generación”. Si ha saltado a la fama es sin embargo por otra faceta: la de dueño de una mina de Bitcoins en Texas.

Una mina de seis millones. La suya no es una explotación cualquiera. Yu es el propietario mayoritario de una mina de Bitcoin situada en Texas y que se adquirió el año pasado previo desembolso de seis millones de dólares. El pago no se hizo sin embargo con la moneda oficial de EEUU, sino con criptomonedas. La transacción se realizó a través de una vía que ofrece anonimato y una bolsa extraterritorial que, recuerda TNYT, complica que pueda conocerse el origen de la financiación.

La compañía de Yu se llama BitRush Inc, o BytesRush, y su mina se localiza en Channing, una pequeña localidad de Panhandle, en Texas, que no llega a los 300 habitantes. Allí, en un campo abierto, se localizan sus docenas de construcciones dotadas de 6.000 computadoras que se dedican al minado de Bitcoins.

Quejas de los contratistas. El negocio de Yu podría haber pasado inadvertido si no fuera por las quejas de los contratistas de Channing, que aseguran que no han cobrado por todos sus trabajos. Las demandas han centrado el foco en la cripto mina y sacado a la luz transacciones que normalmente no llegan a trascender.

En una de las demandas que implica a Yu, Crypton Mining Solutions asegura que los inversores de la mina “no son solo son ciudadanos chinos” y que detrás tiene también “ciudadanos con cargos políticos y empresariales muy influyentes”, pero no hay pruebas de semejantes vínculos y el rastro del dinero lleva a Binance.

Los inversores de Yu usaron una criptomoneda llamada Tether, lo que sumado al enrutado a través de la bolsa extraterritorial de Binance hace imposible conocer el origen del capital. TNYT va más allá y asegura que cuando se realizó la transacción, las operaciones extraterritoriales de Binance no cumplían las normas bancarias  de EEUU. A finales de noviembre el hasta entonces director ejecutivo de la compañía, Changpeng Zhao, abandonó su cargo por no haber adoptado medidas para evitar el blanqueo de dinero. La firma aceptó pagar además multa de 4.300 millones.

¿Por qué es importante? Si el caso de Yu y BitRush resulta interesante no es únicamente por sus detalles y sumas. Sin pretenderlo, Yu se ha convertido en un ejemplo de cómo los ciudadanos chinos pueden mover dinero de su país a Estados Unidos burlando el control de las autoridades de ambas naciones y eludiendo el escrutinio que acarrearía una transacción al uso, con un banco que conocería el origen de los fondos e informaría al Tesoro de actividades sospechosas.

¿Cómo? Gracias a un sistema que les ofrece anonimato y complica averiguar el origen de los fondos, los inversores chinos consiguen eludir el control del sistema bancario estadounidense y el escrutinio de los reguladores federales. También las restricciones sobre la salida de fondos de la propia China, que en 2021 intensificó su campaña contra las criptomonedas e incluso declaró ilegales las transacciones y minado de esta clase de divisas. Las minas les permiten generar criptomonedas, especialmente Bitcoins, y cambiarlas luego por dólares estadounidenses.

Imágenes de portada: Kanchanara (Unsplash) y Nicolas Henderson (Flickr)

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