martes, octubre 15, 2024
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Las claves del debate entre Tim Walz y J. D. Vance

El debate entre los candidatos a vicepresidente, el republicano J. D.

Vance y el demócrata Tim Walz, ha sido la última gran cita en la agenda de la campaña de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. No hay previstos más debates entre los candidatos a la presidencia, Donald Trump y Kamala Harris, ni tampoco ningún otro duelo entre los dos protagonistas de este miércoles.

La campaña se moverá en adelante por los derroteros de mítines, entrevistas, ruedas de prensa, anuncios televisivos y —tal vez— sorpresas imprevistas. ¿Moverá el debate de este miércoles en Nueva York a los electores? Es difícil saberlo.

Ha sido un enfrentamiento de guante blanco en el que los dos contendientes han tirado por elevación, apuntando a los cabezas de cartel. Vance se ha reivindicado tras sus meteduras de pata y errores de campaña.

A Walz le ha costado transmitir la autenticidad que se le presupone. No ha habido un ganador tan claro como en anteriores duelos.

Ambos candidatos han mostrado que hay una forma de hacer política diferente del extremismo y la polarización con que Trump ha inundado la escena política estadounidense. Tanto el gobernador de Minnesota, Tim Walz, como el senador por Ohio, J.

D. Vance, sabían que el candidato a batir no era el que estaba a unos metros en el otro atril del escenario de la CBS en sus estudios de Nueva York.

Walz ha atacado a Trump por las políticas de cuando era presidente y por su incapacidad para aceptar democráticamente la derrota de 2020. Vance ha percutido sobre los resultados económicos de la etapa de Joe Biden y Kamala Harris en cuanto a inflación e inmigración.

Ambos han defendido a sus jefes. Lo que apenas ha habido han sido ataques cruzados entre los dos candidatos: al revés, se han mostrado comprensión y hasta empatía.

El candidato republicano a la vicepresidencia había empezado con mal pie su carrera. Metió la pata varias veces, la hemeroteca le traicionaba y en varios actos de campaña se había mostrado poco natural, incómodo en la interacción con los votantes.

Este miércoles, sin embargo, ha apelado una y otra vez a su historia personal, de chico de familia pobre que se abre camino pese a las dificultades. Ha hablado de su mujer, de sus hijos, de su madre.

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Lo tenía muy preparado, tanto que ha empezado con esa cantinela desde la primera pregunta, que no tenía nada que ver con eso. Pero le ha dado buenos resultados.

El senador tiene labia, da bien en cámara, se dirigía a las moderadoras por sus nombres, mostraba empatía con su rival y no caía en ninguna trampa. Como además las expectativas eran bajas, sale reforzado.

Con el gobernador demócrata ha pasado lo contrario. Era un candidato que llegaba con la aureola de la autenticidad, del tipo que te ayuda a arreglar el coche, del entrenador de equipo de instituto, del americano medio con el que gran parte de los votantes se identifican.

Entró en campaña con fuerza, enardeció a las masas en los primeros mítines y retó a Vance en la distancia. Sin embargo, le ha costado transmitir esa imagen auténtica.

Ha tenido que reconocer que “se equivocó” cuando dijo que había estado en China cuando las protestas de la plaza de Tiananmen. No ha hecho el mismo esfuerzo que su rival por presentarse a los estadounidenses.

En los debates siempre hay algún dato un poco manipulado o seleccionado, alguna afirmación descontextualizada y alguna exageración, pero a lo que tiene acostumbrado Trump es a encadenar mentiras a mansalva y disparates sin ton ni son. En el debate con Joe Biden, los detectores de mentiras echaban humo con las intervenciones de Trump, aunque el hundimiento del presidente lo eclipsase.

En el cara a cara con Harris, su intervención llegó al paroxismo y provocó que los moderadores le corrigiesen en algunas de las afirmaciones más descabelladas. Por ejemplo, la de que los inmigrantes se comen a los perros, los gatos y las mascotas en Springfield (Ohio) o la de que hay Estados en los que no solo se permite el aborto tardío, sino incluso matar a los niños después de nacer.

En el debate entre Walz y Vance no hubo nada parecido. Aun así, Trump desde su red social hacía de comentarista e insistía sin fundamento alguno en que hay Estados donde se permite “asesinar bebés”.

Aunque Vance haya superado las expectativas y a Walz le haya costado transmitir autenticidad, no ha habido un ganador claro como en los dos debates anteriores, en que Trump se impuso a Biden y Harris derrotó a Trump. Ambos candidatos a vicepresidente son buenos oradores, cada uno ha colocado sus mensajes, opuestos en muchas materias.

Vance se ha impuesto en la economía, pero Walz le ha acorralado en la parte final, cuando se hablaba del asalto al Capitolio y la amenaza para la democracia. El debate entre los candidatos a presidente del pasado 10 de septiembre apenas movió las encuestas.

Es difícil que este lo haga. .

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