Es fácil hablar con Minú Torres, la “bella Minú”, la que en años pasados el Presidente Balaguer calificara como “la nueva estrella del reformismo”
Cinco años han pasado desde que abandonara al mandatario, el Palacio y todo el poder político que significaban; dejó este reino por un amor como si de una novela escrita por Corin Tellado se tratara.
Ahora vive en San Pedro de Macorís, reinando en una hermosa casa antigua donde nació su esposo Jesús Musa, de origen árabe, con los atractivos propios de su raza, que muestra una gentil sonrisa y una gran timidez al hablar.
Jesús nos comentaría que es arquitecto, viudo, cuando conoció a Minú, con 40 años que apenas se le notan. La política terminaría uniendo a la pareja, pero en un principio no fue tan fácil pues cuando la conoció no le causó una buena impresión. En su interior se pregunta: ¿Y esta muchachita va a dirigir una campaña?
Más tarde cambiaría de opinión, tanto que hasta le propuso matrimonio. El resto es historia: una boda sencilla, pero muy romántica en La Romana, donde solo fue invitado del sector político el Presidente Balaguer, gran ausente en la ceremonia.
Observo a mi alrededor la casa donde predominan las piezas antiguas, los muebles en caoba centenaria, cortinajes pesados, cuadros de paisajes, retratos, muchas plantas, orquídeas y en el ambiente un sutil aroma a incienso.
Correteando, llegan los tesoros de Minú: Laura Consuelo de dos años y Amanda Gabriela de tres años. Son las hijas de su matrimonio con Jesús. Son dos criaturitas hermosas, con cabellos negros ensortijados igual que su madre y la misma picardía en el rostro.
Un carro rojo descapotable
El esposo se despide amablemente, pues el trabajo en la oficina le espera. La conversación con Minú se inicia entonces. Ella no puso objeción a ninguna de nuestras preguntas, las contestó casi todas, sin asumir poses, con la naturalidad que la caracteriza.
Dice que de pequeña era muy inquieta como sus hijas, muy desorden y siempre muy natural y expresiva. Anhelaba algún día ser doctora y tener un carro rojo descapotable. Cuando le tocó vivir la realidad escogió ser Bioanalista, carrera de la cual se graduó. También estudio decoración y realizó un curso de microscopia electrónica, pero todo lo abandona por la política.
– ¿Y cómo es que una licenciada en Bioanálisis incursiona en política?
– Fue algo un poco extraño. El Presidente Balaguer siempre fue mi ídolo, mi meta. Todo lo que él hiciera para mí estaba bien. Estando en La Romana, una amiga que murió, Maty Bisonó, me puso a participar en el Partido, así comenzó todo.
Papito Padilla y su esposa la llevarían un día a conocer al Presidente, eso resultó una conmoción para Minú. Se arregló como si fuera a conocer a un rey y cuando estrechó su mano y conversó con él, le pareció “divino, soñado”.
Cautivado
En otra marcha, vestida de rojo, se lo encontraría va y le dice: “Doctor, quiero que vaya a mi casa a tomarse un trago”. “Pero yo no tomo”, le contesta Balaguer. Minú a su vez le replica: “Espere, yo no le he dicho de qué es el trago, si es de café, de agua, de jugo”.
Joaquín Balaguer se ríe con ganas ante las ocurrencias de la joven que apenas tiene 25 años de edad. Todo el pueblo de La Romana se enteró de que iba para casa de ella, pues el sagaz político ya estaba cautivado con su refrescante encanto. Le regala un reloj con su rostro y al otro día le envía un enorme ramo de flores para expresar su agradecimiento por sus atenciones.
Un primero de marzo mientras hacía un acostumbrado recorrido por Higüey se encuentra nueva vez con la intrépida Minú. Ella logra subirse al automóvil sin que la férrea seguridad hiciera nada por impedírselo.
Cuando están frente a la Basílica, Minú le susurra: “Oiga, Presidente, quítese el sombrero y póngase esta gorra, se va a ver más gracioso con ella”. Él le contesta “Está bien, pero con una condición, que usted me acompañe en todo el trayecto de mi campaña”. Minú acepta emocionada, el conservador Presidente que nunca se había quitado su sombrero para ponerse otra cosa, deja que le coloque la consabida gorra roja.
Una aparecida
– Nace entonces “la nueva estrella del reformismo”, como él te llama después.
– Sí, ahí comencé a salir con él. Me extrañé que él me llamara así, era una distinción que él me hacía y sobre todo que él me dijo después que el espacio que yo ocupaba estaba vacío.
No se lo quitaba a nadie
– A los del Partido Reformista no les haría ninguna gracia.
– A nadie le va a gustar que venga una aparecida, y reconozco que lo era, pues nunca había trabajado en política, apenas dos meses y en un pueblo.
-¿No tuviste muchos enemigos y tienes dentro del partido colorado?
-Yo no digo enemigos sino “personas no gratas”, porque enemigos es cuando tú le haces un mal y yo no creo haberles hecho un mal tan grande.
Confiesa Minú que los del Partido Reformista “no quieren saber de mí, y hablan en contra mía por cualquier cosa, aunque ya no porque estoy lejos de todo eso”.
Pasó mucho al principio, cuando entró en la Presidencia nunca se había sentado detrás de un escritorio, no conocía a los políticos ni a la gente. Balaguer fue su paciente maestro, el único que la calmaba en las situaciones de stress y que hasta le decía cuando le ofrecía “sillazos” a militares y funcionarios: “Coge la mía”.
Las posiciones que ocupó Minú eran envidiables: Bienes Nacionales, secretaría administrativa de la Presidencia, secretaria de Finanzas, Cancillería. Eso le costó lágrimas, que en dos ocasiones le fueran a tirar tiros en su apartamento, entre otras “lindezas”. Las mismas hermanas del Presidente no querían saber de ella, la llamada vieja guardia la tenía en la mira.
Sin embargo, la muchachita no se amilanó, se puso dura, empezó a aprender el “establishment” del Palacio y su poder llegó a ser tan grande que muchas veces tenía que observar con mucho cuidado lo que hablaba o hacía pues cuenta que a veces cuando le daba un boche a un militar y decía en broma ¡tránquenlo! se cumplía al pie de la letra.
Andar descalza
Los primeros siete u ocho meses de Minú en el Palacio fueron supervisados totalmente por el Presidente, más tarde empezaría a tomar decisiones por cuenta propia y a… andar descalza.
– Minú, se decía que andabas descalza por todo el Palacio y que hasta subías los pies en tu escritorio, es cierto esto?
– Subir las piernas no, pero quitarme los zapatos sí. Recuerdo una vez que me los quité en el despacho del Presidente y se me olvidaron. Un guardia vino después y me dijo:
“Respetuosamente, licenciada, se le quedaron sus zapatos”, le di las gracias y volvi a buscarlos.
Balaguer gozaba un mundo con ese tipo de cosas, acostumbrado a una rigidez a su alrededor.
-¿Le decías Elito?
-No, la confianza no era para tanto. Para otras cosas sí le tenía confianza, para decirle lo que fuera. Sólo doña Chichita se atrevía a llamarle así.
– Minú, dijeron tanto que eras la novia del Presidente, aún lo dicen.
– No lo pueden decir porque sería entonces el amante (risas)…
— ¿Pero lo fuiste o no?
– No, ni novia ni nada de eso. Ahora yo sí te digo que él me tenía un cariño especial en el sentido de que me consentía todas las cosas.
-¿No estaba enamorado de ti?
-No, yo creo que no.
— ¿Te recitaba poesía, tal vez?
-¡Ay eso sí! Unos poemas preciosos. Incluso tengo unos que él me escribió dedicados a mí.
-¿Y tú no sentías una atracción por el Presidente?
-No, para mí era una persona entrañable, que siempre anhelé conocer y que tenía una sabiduría increíble.
No fue a la boda
-¿Pero un hecho significativo es que no fue a tu boda?
—Yo me casé en La Romana.
-Bueno, pero él había ido infinidad de veces allá. ¿Por qué no a tu boda?
-Eh… (titubea largo rato). Si hubiese sido en Santo Domingo y a otra hora creo que hubiera ido.
-O tal vez se quedó en casa lleno de celos, herido de amor por ti.
-No, yo no creo (ríe). Después fue padrino de una de mis hijas.
– ¡Ah pero ya te habías casado! Entonces podemos decir que la relación tuya y de Balaguer era como de un padre con su hija?
-Yo digo que de amigos.
Cuando le pido a Minú que recuerde momentos significativos con Balaguer afirma que son muchos, entre ellos cuando se hicieron las elecciones y no se sabía aún el ganador. Don Elito la llamaba cada dos horas para tranquilizarla y decirle que todo estaba bien.
Otro que recuerda fue cuando estuvieron en un hotel de Nueva York, Balaguer le ofreció su suite presidencial, porque como le dijo: “Tú eres la reina, aquí es que debes estar”, en lo que se iba para coger una habitación sencilla.
El poder
-Nadie ha podido descifrar a Balaguer, tú que has estado tan cerca de él, lo podrías hacer?
-Te diría que él es indescifrable, porque cada cosa él te lo enfoca de una manera distinta. Su mayor virtud es poder escuchar. Balaguer te da una calma increíble, para mí fue una persona muy tierna, muy cariñosa, muy preocupada siempre por uno y su familia.
-¿A qué sabe el poder, Minú, qué se siente cuando eres muy joven y ostentas cargos tan importantes?
-El poder hay que saberlo tener y si se lo dan a una persona muy joven que no sepa lo que es eso, es lo mejor que hay.
-Te acusaban de déspota, de que incluso te dabas el lujo de tratar mal a funcionarios y a amigos del Presidente…
-No es que era déspota pero había que tomar una decisión: o ellos o yo. Recuerdo que una vez cogí una grúa y la mandé quitar su carro a Guaroa Liranzo, un secretario de Estado sin cartera. Ahora reconozco que son muchachadas.
– Defendiste mucho la obra de construcción del Presidente. ¿Seguirás haciéndolo?
-Sí, claro que sí. Es que yo creo que después del 2000 no habrá nadie que continúe la obra de Balaguer.
-El Partido Reformista se ha quedado estupefacto al saber que el Presidente ha dispuesto 1,200 millones de pesos para obras de construcción aquí, en San Pedro de Macorís, y también que tú hayas actuado como vocera para anunciar esas obras.
-No sé a cuánto asciende el monto, pero no creo que sea tanto, si acaso llega a 500 millones de pesos. Actué porque me lo pidieron mi marido, que es más macorisano que nadie, y el doctor Hazim Frapier.
Estuvimos en el Palacio solicitando una serie de obras que se necesitan. El Presidente accedió y me pidió que yo diera la noticia pero no tengo más nada que ver en eso.
MI MARIDO ES MI DEBILIDAD
-Cuando te casaste dijiste que no te sentías capacitada para llevar la política y una familia.
-Así es, porque mi marido es árabe y todos los árabes son celosos, exigentes, de todo.
Tenía que ver cómo me iba a llevar con él porque no quería un fracaso en mi vida. Por eso quise concentrarme en él, tengo cinco años casada y ya nos conocemos. Mi marido estaría en capacidad de comprender ahora si yo aceptara un cargo público.
-¿Ya te lo propuso Don Elito?
-No, a Balaguer yo lo veo en Navidades, cada uno o dos meses. Le cuento cualquier chisme grande que hay. Si voy de viaje le pregunto que si quiere algo, aún no me ha dicho nada.
-¿Había corrupción en el tiempo que estuviste en el gobierno?
-No había tiempo, porque aún era un gobierno joven, pero yo no creo.
-Pero el Presidente ya lo admitió.
-¡Ahora! Pero ésta es la segunda etapa, ya han pasado seis años de eso. Yo sólo estuve dos.
El voto
-¿Votarás?
-¡Claro!
— ¿Por Balaguer?
-¡Lógico!
-Se quiere hacer ver que Peña Gómez es el vencedor en el próximo torneo electoral. ¿Quépiensas tú?
-No creo, Peña Gómez ha hecho su trabajo, no te puedo negar que tiene gente, pero Balaguer tiene más. Mientras él viva nadie será presidente. Como te dije, hasta más allá del 2000 tendremos a Balaguer.
-¿Y Juan Bosch?
-Me parece muy buen escritor.
-¿Y político?
-No es la persona ideal.
-¿Si Balaguer muere trabajarías con otro?.
-Depende quién sea, depende de los ideales que tenga pero mientras Balaguer esté, no.
-Minú, dicen que confrontas graves problemas en tu matrimonio, ¿es cierto?.
-No, no, al contrario. Yo tengo todo el apoyo de mi marido, él ya entiende mi trabajo pasado en la política, me conoce bien, confía en mí.
-¿Y en Balaguer confía también, no está celoso de la relación que existe entre ustedes?
-Al principio tal vez sí, porque yo le dedicaba mucho tiempo a mi trabajo, pero ya no.
El encanto
-¿Cuándo Don Elito se enteró que tenías novio, que te ibas a casar, cuál fue su reacción?
-Eso no te lo voy a decir (ríe). Lo único que te diré es que no se lo dije yo, sino que la gente del DNI le informó que yo estaba en un concierto de Altos de Chavón muy abrazada con mí entonces novio. El me llamó para entregarme la cinta y cuando yo oí eso, me quiso dar de todo. Entonces le expliqué que estaba saliendo con un muchacho.
-¿Y?
-(Se ríe) No puedo decirte lo que dijo.
-Bien. ¿Por qué el apodo de Minú?
-¡Ay! Es que mi nombre, Glorys Consuelo, no me gusta y mi hermano gracias a Dios se le ocurrió llamarme así.
-¿Te crees bella?
-No. Cuando comenzaron a llamarme “la bella Minú” pensé: “Bueno, pues vamos a andar un poco graciosa para no defraudar esa imagen”, pero de bonita, yo sé que no lo soy.
-¿Dónde piensas que radica tu encanto?
-En la espontaneidad, en que digo todo como lo siento.
-Te han atacado mucho, sabes que decían que no sabías ni hablar bien. ¿No te caía mal eso?
-No, porque para ellos criticarme, tenían que ser unos letrados, pero no lo eran. Sé que hablo mal como cualquier dominicano, me como las s, me como palabras, pronuncio la I… Traté de coger clases de dicción, pero ¡qué va! soy vaga para eso.
-Cuando te casaste dijiste que no cambiabas a tu marido “por todo el oro molido del gobierno”, ¿lo mantienes?
-Así mismo. Él es mi debilidad, mi todo.
Tengo 33 años de edad, he vivido y logrado muchas cosas en poco tiempo y uno de esos grandes logros es mi marido y mi familia.
-Entonces ¿valió la pena dejarlo todo por él?
-¡Ay sí! La vida de casada ha sido divina, me ha ido muy bien y si tendría que volver a escoger, después de cinco años, lo vuelvo a dejar todo por Jesús Musa.
Este articulo es parte de una serie de dos publicados en el desaparecido Última Hora