martes, octubre 15, 2024
Santo Domingo, Rep. Dom
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Robar destruyendo

Israel no detiene su genocidio en Gaza; en septiembre continuó bombardeado las “zonas seguras” como el colegio Al Jaouni de Nuseirat, donde asesinó 18 civiles y a 6 trabajadores de la UNRWA, la agencia de las Nacionales Unidas para los refugiados de Palestina. También sigue desestabilizando la región con su bombardeo al Líbano, donde ha masacrado a cientos de civiles y los heridos se cuentan por miles.

Entre tanto, en Cisjordania anota en el prontuario de sus crímenes otro más de los que lleva 76 años cometiendo con total impunidad: robar tierras palestinas. Sobre la cima de una de las colinas de Hebrón, que recorren Palestina de Norte a Sur en paralelo al Mediterráneo, al oeste en la gobernación de Belén, reposa el pueblo de Battir como el guardián silencioso de un paisaje cultural milenario.

A sus pies, una serie de valles que descienden en extensas terrazas agrícolas irrigadas por manantiales de agua pura -a través de una red de acequias que data de la época romana-, salpicados por torres de vigilancia agrícola construidas en piedra, senderos y prensas para la extracción de aceite de oliva, forman un paisaje alucinante. Considerada la huerta de Jerusalén, Battir, a solo 7 kilómetros, está habitado por familias campesinas palestinas cuya forma de trabajar la tierra da fe de la sostenibilidad de un sistema que lleva 4,000 años en funcionamiento.

Con una solicitud de urgencia, en 2014 Palestina buscó evitar los planes de Israel de atravesar la zona con su muro del apartheid -punta de lanza de su estrategia de robo de tierras en Cisjordania-, y la UNESCO elevó el Paisaje cultural del sur de Jerusalén, Battir a Patrimonio de la Humanidad, agregándolo a la lista de patrimonios en peligro. Pero ni la declaratoria, ni el hecho de que los asentamientos son considerados ilegales por las leyes internacionales, detienen a los gobernantes de Israel —ahora envalentonados por la carte blanche de las potencias de Occidente para el genocidio que cometen en Gaza—, pues han acelerado el robo de tierra y el asesinato de civiles en Cisjordania; una manera de crear hechos cumplidos sobre el terreno para hacer inviable la creación de un Estado Palestino.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, en 2023 fueron asesinados por Israel 502 palestinos en la Rivera Occidental, entre ellos 120 niños y niñas. “Miles de palestinos y palestinas han sido detenidos y torturados arbitrariamente, sometidos a la violencia implacable de los colonos, a graves restricciones a la circulación y expresión, a la destrucción o confiscación de sus viviendas y propiedades y a desplazamientos forzosos”, afirmó Ravina Shamdasani, portavoz de Derechos Humanos de la ONU.

Este tornado de violencia y destrucción del proyecto colonial sionista ha tocado tierra en el área objeto de la declaratoria de la UNESCO, en donde Israel pretende construir el asentamiento de Nahal Heletz, según anunció el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, el 14 de agosto. Smotrich, él mismo un colono ilegal y quien controla el órgano del Ministerio de Defensa encargado de los asuntos civiles en Cisjordania, ha incitado abiertamente a la violencia contra los palestinos y el robo de tierra utilizando como avanzada a los colonos.

Extremistas religiosos armados y financiados por entidades del Estado, los colonos acosan y despojan a los palestinos de sus tierras en las que construyen puestos de avanzada, como se denomina en el lenguaje colonial los asentamientos provisionales que pueden ser desde una caravana hasta fincas. Sus ataques contra la población palestina, documentados por el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, B’tselem, incluyen entre muchos otros: el asesinato, las agresiones físicas, el acoso sexual, la destrucción de sembrados, la tala de árboles de olivo centenarios, la quema de animales de cría y la expulsión de familias enteras.

La ilegalidad que arropa esta práctica en la legislación israelí no es más que un sutil distractor pues en la práctica la construcción de los puestos de avanzada es apoyada directamente por las autoridades coloniales como una manera rápida de apoderarse de grandes extensiones de tierra que con el paso de los años terminan legalizando. 191 de estos puestos y 146 asentamientos oficiales socaban la continuidad territorial de Cisjordania, según la ONG israelí PeaceNow.

Esa misma organización ha denunciado que el puesto de Nahal Heletz tendrá un área de 60 hectáreas en tierras del pueblo de Battir, adyacentes a las casas de sus residentes y dentro del área declarada patrimonio, que abarca en total 11 kilómetros cuadrados, entre las aldeas de Battir y Husan al oeste y la ciudad de Beit Jala al este. Es precisamente en la parte que corresponde a ésta ciudad cristiana a donde han llegado los primeros colonos.

En el extremo occidental de Beit Jala se encuentra Al-Makhrour, un valle que por siglos ha pertenecido a familias cristianas quienes han construido en él sus viviendas y desarrollado la siembra de viñedos, olivos, y todo tipo de hortalizas y árboles frutales. Allí, el pasado mes de julio, llegó una horda de colonos a instalar un puesto de avanzada en la propiedad de la familia Kisiya.

Vestidos de civil pero armados con fusiles de asalto, cerraron la propiedad con un portón y lanzaron a la calle sus pertenencias. Bajo la protección del ejército, que declaró la zona como “militar”, la casa de los Kisiya fue demolida.

La incursión ilegal -como denuncia en un video publicado en su cuenta de Instagram Alice Kisiya- busca robar las tierras de Al-Makhrour para incluirlas en el nuevo asentamiento de Nahal Heletz mientras “todos los ojos están puestos en Gaza”. La joven palestina, quien ha ganado notoriedad por su valentía, es la imagen de una campaña de resistencia pacífica interreligiosa que busca el retorno de las familias cristianas desarraigadas por el proyecto colonial sionista.

Preguntado por el medio CNBC, a propósito del sangriento ataque de los últimos días, si el objetivo final de Israel es reocupar el sur del Líbano, el presidente de Israel, Isaac Herzog, lo negó. “La posición del gobierno de Israel es clara, y yo lo reitero todo el tiempo, no tenemos expectativas territoriales o ambición alguna en el Líbano o en otra parte”.

La evidencia demuestra lo contrario. .

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